29. 05. 2017
Por:
Fernando de la Flor A.
Estuve viendo una de las últimas entrevistas que Gabriel García Márquez concedió antes de su retiro, previo a su fallecimiento. Con su lucidez acostumbrada y su buen humor caribeño, entre su conocida sonrisa espontánea y su inteligencia serena, después de abordar variados temas, trató el de la corrupción: dijo, aunque viniendo de él no sonaba un lugar común, que el principal problema que actualmente enfrentaba el mundo era el de la corrupción. No señaló a América Latina, ni siquiera a su país; se refirió al mundo.
Y es que claro, confirmar que quien probablemente hubiese sido un importante candidato a la presidencia de Francia en las recientes elecciones (como François Fillon), dejó de serlo porque se descubrió que había “contratado” con significativos sueldos del erario público, a su esposa y a sus hijos, siendo Primer Ministro; o, seguir asombrándose por los niveles de turbiedad a los que se ha llegado en Brasil, en el que además de una presidenta destituida (Dilma Rousseff), hay uno en ejercicio en camino a lo mismo (Michel Temer), sin dejar de aludir a aquellos que lo fueron y que también están encausados para convertirse en eventuales detenidos (Lula), conjuntamente con los conspicuos empresarios (Marcelo Odebrecht y otros) de ese país que soñó, en algún momento, erigirse en potencia mundial, no hace otra cosa que ratificar el aserto de Garcia Márquez: la corrupción es, hoy por hoy, el más acuciante problema del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario